Yo había tenido unos días muy agitados, mi mente estaba llena de ruidos y mi agenda, de citas y jaelos. Y una noche vi la película uruguya "Whisky". Yo estaba solo en casa. Entonces llegó un silencio tranquilo, un suave reposo, una languidez placentera. Quizá fuera un tratamiento homeopático, porque "Whisky" trata de la soledad, de las soledades. Especialmente, de las soledades elegidas. Y también del fracaso.
Es una película lenta, pero llena de pequeños detalles. La historia transcurre en pisos descuidados, en talleres obsoletos, en Piriápolis, una decadente ciudad de vacaciones que el mar está pudriendo, en ese Uruguay pequeño y sin brillo, en "esa burocracia elevada a la categoría de república" que dijera el poeta Benedetti . Quizá lo mejor son los tres actores protagonistas: sus caras son el mejor reflejo de la rutina, de la falta de ilusión, pero también de la belleza y de la esperanza. Andrés Pazos interpreta a Jacobo Köller, el dueño de un pequeño y viejo taller de fabricación de calcetines. Es un hombre taciturno, rutinario, silencioso, solo, vestido con sombras y tristezas. Va a recibir la visita de su hermano Herman (Jorge Bolani) que posee una fábrica de calcetines en Brasil. Herman es hablador, divertido, exitoso. El pequeño país y el gran país, siempre juntos, siempre separados. Jacobo será acompañado durante la visita por su veterana empleada Marta (Mirella Pascual). En mi opinión, este último personaje es el verdadero protagonista de la historia: Marta también está sola y sabe que ya no es joven. Toda la vida ha cumplido órdenes, ha hecho lo que se esperaba de ella y ahora se ve inmersa en una situación para la que no estaba preparada y que hace temblar su espíritu. Me enterneció cuando se arreglaba frente al espejo, cuando con inmensa femeneidad, intentaba estar más atractiva, cuando dudaba si sumergirse en la piscina del hotel, por miedo a que se le estropeara la permanente.
Comentarios