Cuando uno anda por el campo, ha de tener cuidado de no enredarse con algún alambre de espino que señale un linde o una servidumbre. Hay que ir con idea para preguntar, porque un paisano simpático te puede mandar por el camino equivocado, por maldad o ignorancia. En el campo, hay barrancos mortales, hay perros hambrientos, días de nieblas cerradas y mucho odio. Los urbanitas nos acercamos al mundo rural con toda nuestra ingenua alegría, nuestra ropa de Quechua, nuestro gps y muchas ideas falsas. Y peor lo tienen los neo-rurales, que no saben que en los pueblos a los que acuden para tener una vida mejor, hay más árboles, más casas vacías, más tontos y más hijosdeputa (per cápita, se entiende) que en las ciudades. Esta es una película magistral sobre los alambres de espino, sobre las alegrías ingenuas, sobre las casas vacías y sobre los tontos y los hijosdeputa que viven en paisajes maravillosos. Maravillosos en los ojos de los urbanitas; porque para los del lugar, esos montes, esos vall...